Cada año el viernes de la Semana Pascual la iglesia ortodoxa celebra la memoria del icono de la Madre de Dios llamado “Fuente que da la vida”. Este día está prescrito santificar el agua y hacer una tradicional procesión pascual de cruz, bendiciendo con el agua el templo y a los feligreses.
En el siglo V en Constantinopla, cerca de la “Puerta de Oro”, estaba una
arboleda dedicada a la Madre de Dios con un manantial taumatúrgico. En el
tiempo del evento el lugar estaba bastante descuidado.
Un día el guerrero León Marcelo, futuro emperador, encontró allí a un
ciego, un viajero desvalido que había perdido el camino. León le acomodó al
pobre en la sombra de un árbol y se fue a buscar agua para refrescarle. De
pronto oyó una voz femenina: “Zar León, no vayas lejos, busca el agua en esta
arboleda y dásela al sediento. Pon un poco de lemna del
manantial en sus ojos. Luego sabrás quien soy Yo, La que consagra este lugar.
Te ayudaré a construir aquí una iglesia, y todos los que van a venir aquí con fe,
invocando Mi nombre, obtendrán el cumplimiento de sus oraciones y la
curación completa de sus enfermedades”.
Cuando León hizo lo ordenado, el ciego enseguida recuperó la vista y sin
ayuda de algún guía siguió su camino hacia Constantinopla, glorificando a
la Santísima.
Cuando León Marcelo subió al trono, se acordó del milagro y de la
profesión de la Virgen, ordenó limpiar el manantial y construir por encima de
este un templo en honor de la Theotokos. El emperador León le llamó al
manantial “Fuente que da la vida”, porque se manifestó en él la gracia
milagrosa de Nuestra Señora.
Un siglo después el emperador Justiniano el Magno, un hombre
muy devoto, sufría mucho de la hidropesía. Al oír la voz de la Purísima pudo
librarse de su enfermedad con ayuda del agua del manantial. El emperador
agradecido construyó una iglesia majestuosa cerca de la de León. Posteriormente, un monasterio populoso se organizó
allí.
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