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“Acerquémonos con fe, piedad y temor de Dios”


Vamos a probar por medio de las Escrituras y los testimonios patrísticos cuál es  necesario recibir el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor para los creyentes y cristianos ortodoxos frecuentemente en nuestra vida, en la medida en que no haya una objeción por parte de nuestro padre espiritual, y cómo la frecuente Comunión produce un gran beneficio en el alma y en el cuerpo, mientras que retrasándola, por el contrario, produce muchos resultados dañinos y destructivos.
El comentario del octavo y noveno canon apostólico enfatiza: “Los mandatos de estos cánones son muy estrictos y severos, pues excomulgan a aquellos que vienen a la Liturgia pero no permanecen hasta el final y no toman la Santa Comunión. Y otros cánones de los Concilios exhortan a lo mismo; a saber, que es totalmente correcto y apropiado recibir la comunión”
Cuando el cristiano comulga, ¿qué mente podría entender los dones y gracias de los que disfruta después de haber recibido la Divina Comunión? ¿Cómo puede nuestra débil lengua expresarlo?
Cualquiera que no comulga frecuentemente sigue el camino opuesto, pues no es sellado con la preciosa Sangre del Señor, según testifica San Gregorio el Teólogo.
Y así, mis queridos hermanos, si obramos según nos indican los Santos Padres y la recibimos frecuentemente, no solo tenemos la cooperación y la ayuda de la gracia divina durante la vida terrenal, sino que también tendremos la asistencia de los ángeles de Dios y la de Él, que es el Señor de los ángeles.
Esta Sangre del Señor es la salvación de nuestras almas; con ella, el alma se regocija, con ella, es beatificada, es alentada; esta Sangre hace resplandecer la mente con mayor brillo que el de la luz; hace el alma más hermosa que el oro. Los que toman parte del Cuerpo permanecen con los ángeles y los arcángeles y los poderes de lo alto; con él, son revestidos con las vestiduras reales y con las armas del Espíritu. Los que reciben la Comunión reciben al mismísimo Rey.
¿Veis qué gracias recibís si comulgáis frecuentemente? ¿Veis cuán radiante se vuelve la mente, cómo brillan los pensamientos, y cómo son purificados los poderes del alma con la comunión frecuente? Si queréis mortificar las pasiones de la carne, comulgad frecuentemente y seréis dichosos.
Sin la Comunión frecuente no seremos capaces de liberarnos por nosotros mismos de las pasiones ni alcanzaremos tampoco las alturas de la sobriedad. Y si no tomamos parte frecuentemente (si es posible, incluso diariamente) del precioso Cuerpo y de la Preciosa Sangre de nuestro Señor, entonces no seremos capaces de escapar al mal.
Muchos inventan toda clase de virtudes y piensan que solo  haciendo esto, sin la Comunión frecuente, serán salvados, cosa que es completamente imposible, puesto que no desean obedecer a la voluntad de Dios y comulgar frecuentemente y tampoco seguir lo establecido por la Iglesia para cualquier Liturgia festiva.
Ser amado por Cristo por la comunión frecuente del Santo Cuerpo y Sangre, hace imposible el que no amemos a todos.
¿Cómo puedes preferir otras cosas buenas, oh cristiano, y no recibir frecuentemente la Comunión? ¿Te gustaría ser feliz cada día? ¿Te gustaría vivir la Pascua y regocijarte con el inefable gozo al final de la vida? Entonces acude frecuentemente a los Misterios y recíbelos con una digna preparación, para que puedas regocijarte.
Es la voluntad de Dios que todos los que somos cristianos podamos recibir Su Cuerpo y Sangre frecuentemente, para que mediante la frecuente Comunión en esta vida presente, podamos ser salvaguardados de las trampas y las argucias del maligno y cuando nuestras almas partan en la hora de la muerte puedan volar como palomas libres y sin ningún obstáculo de los espíritus aéreos.
¡Oh que grandeza de gloria la de aquellos cristianos que reciben con frecuencia la Comunión, pues esta gloria se hará presente en esta vida y en la futura!
Si es necesario confesar y hacer penitencia para recibir el perdón de los pecados, así mismo la Santa Comunión es necesaria para la remisión de los pecados; así como en una herida infectada, primero se eliminan las lombrices, luego se amputa el miembro putrefacto, y por último, se aplica el ungüento que pueda sanarla; si hacéis esto, sois restablecidos a la anterior condición. Así, si pecáis, con la confesión elimináis las heridas, y con la penitencia amputáis lo que está putrefacto, y siguiendo con la Santa Comunión que se convierte en el ungüento, sois sanados. Pero si no es recibida la Santa Comunión, el desgraciado pecador volverá a su anterior estado y, al final, se convertirá en alguien que es peor que antes. (Mateo 12:45). 
Estoy asombrado y sorprendido de cómo los contemporáneos cristianos pueden celebrar el domingo y otras fiestas del año con verdadero gozo espiritual, y no participar frecuentemente de la Santa Comunión, que es la razón y propósito de cada festividad. Es muy cierto que aquellos que no comulgan frecuentemente, no alcanzan, ¡ay!, los bienes celestiales y divinos, y además de esto, violan los mandamientos del Señor y las decisiones firmes de los apóstoles y de los Concilios Ecuménicos y de todos los santos. Están bajo pena de excomunión según los santos apóstoles y el Concilio de Antioquía. Tales personas ayudan y dan la oportunidad al maligno al evitar la Comunión, echándose a sí mismos sobre multitud de pecados y muchas otras tentaciones.
Oh, mis queridos hermanos, veamos una sola vez con los ojos noéticos del alma, qué altura y que grandes beneficios no alcanzamos cuando no comulgamos frecuentemente; entonces, de hecho, querremos tener listas nuestras facultades y comulgar de esta forma, incluso diariamente. Y si nos hemos mostrado extremadamente negligentes hacia la Santa Comunión hasta ahora, entonces, de ahora en adelante, os imploro con fraternal amor que nos levantemos del profundo sueño de la indolencia, y nos propongamos con entusiasmo y diligencia.


Compuesto por San Nicodemo de la Santa Montaña


Desde: https://cristoesortodoxo.com/2013/10/26/sobre-la-santa-comunion-el-tesoro-purificador/


Visita el Catálogo del convento de Santa Elisabeta

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