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La palabra del padre espiritual del Convento de Santa Elisabeta el arcipreste Andrei Liemeshónok sobre las actividades de los talleres


El Convento de Santa Elisabeta nació en un lugar donde en los hospitales, en los internados se encontraban las personas expulsadas por este mundo del marco habitual de la vida, incapaces, discapacitadas, enfermas, rechazadas por todos.
Y la tarea inicial era ayudar a estas personas a sobrevivir, a encontrar el sentido y la alegría de la vida. Y para esto, era necesario no solo la palabra, era necesario dar a una persona la posibilidad concreta de hacer algo, de trabajar, porque el mundo le cerró todas las puertas.
Así fue la idea inicial de la creación de nuestros talleres. Así se queda hasta hoy día. Ahora, por supuesto, llegaron profesionales cualificados. Pero nuestra obediencia, la obediencia monástica, todavía está asociada con el servicio a la gente, y nuestro convento es un convento abierto y activo. Los talleres que funcionan hoy en día en el convento son una necesidad real de un ícono, vestimenta, utensilios de la iglesia para el convento, y al mismo tiempo es una oportunidad para que las personas - mundanas, enfermas, diversas - sirvan a Dios.
Tenemos muchos talleres. La formación y el crecimiento de cada uno de ellos no era fácil, había muchas dificultades y obstáculos, necesitábamos paciencia, humildad y la ayuda de Dios, que recibimos en abundancia. Hoy podemos mostrar los productos de nuestros talleres. Hay una demanda no solo dentro del convento, sino también en otras regiones, en otros países, porque en nuestra producción hay un pedazo de corazones y experiencias, las oraciones de las personas que trabajan en nuestros talleres.
Queremos desarrollar nuestras actividades aún más, pero esto no es una actividad comercial, esto no es una fabricación, es la introducción de la gente a la obra de Dios, es la entrada a una nueva vida, y el jefe principal de nuestros talleres, por supuesto, es el mismo Señor Jesucristo. Queremos que todo sea agradable a Dios, que todo esté lleno de la oración y que se desarrolle el potencial creativo de las personas que no se han encontrado en este mundo. Nos alegramos cuando una persona descubre talentos en sí misma que van a la alcancía Divina.
Oración y trabajo - todo esto debe ser aprendido por las personas que vinieron al convento para  trabajar, ganar un centavo, sin el cual no se puede vivir en el mundo. Y debemos hacer todo para que las personas sean felices, para que las familias de estas personas no sufran por falta de dinero y al mismo tiempo, para que las personas crezcan espiritualmente. Creo que es agradable a Dios, y es imposible transferir esta tarea sagrada a dólares, euros, rublos.
        Cuando vemos que una persona estaba muriendo, bebiéndose,  envenenándose con drogas, pero Dios la levantó y ahora está trabajando en el convento, es una alegría para nosotros, es un consuelo de Dios sin el cual no se puede vivir hoy. Por eso cada taller, cada persona es la responsabilidad del convento, porque queremos que estas personas, al encontrar a Dios, ya no se desvíen y sigan a Cristo hasta el final, hasta el Reino de los Cielos. Vemos que a pesar de todas las dificultades, Dios bendice nuestro trabajo y nos ayuda. Esperemos que el siguiente desarrollo de nuestros talleres y del nuestro convento sea glorificado por Dios.

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