La estación de la Gran Cuaresma es el tiempo de
preparación para la fiesta de la Resurrección de Cristo, es el símbolo vivo de
toda la vida del hombre que se ha de cumplir en su propia resurrección por la
muerte con Cristo.
Es un tiempo de arrepentimiento, una renovación real de
nuestras mentes, corazones y obras en conformidad con Cristo y sus enseñanzas.
Es el tiempo, principalmente, de nuestro regresos a los grandes mandamientos de
amar a Dios y a nuestro prójimo.
En la Iglesia Ortodoxa, la Gran Cuaresma no es una
estación de morbosidad y melancolía. Por el contrario, es un tiempo de gozo y
purificación.
Somos llamados a “ungir nuestros rostros” y “limpiar nuestros
cuerpos así como limpiamos nuestras almas”. Los primeros himnos del primer
oficio del Gran Ayuno, establecen el tono propio de la estación:
“Comencemos el tiempo de cuaresma con gozo… ayunemos
de nuestras pasiones así como ayunamos del alimento, deleitándonos en las
buenas palabras del Espíritu, para que podamos contemplar la santa pasión de
Cristo nuestro Dios y Su Santa Pascua, con regocijo espiritual”.
“Tu gracia ha surgido en nosotros, oh Señor, y se ha
mostrado la iluminación de nuestras almas; he aquí el tiempo aceptable; he
aquí, ahora es el tiempo del arrepentimiento” (Himnos de Vísperas).
Lo que Dios desea es nuestro arrepentimiento, no
nuestro remordimiento. Nos lamentamos por nuestros pecados, pero lo hacemos con
el gozo de la misericordia de Dios.
Mortificamos nuestra carne, pero lo hacemos
con el gozo de nuestra resurrección a la vida eterna. Nos preparamos para la
resurrección durante el Gran Ayuno, tanto para la Resurrección de Cristo como
para la nuestra.
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