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La cuaresma, viaje hacia la Pascua

Cuando un hombre sale de viaje, debe saber a dónde va. Así mismo sucede con la cuaresma. Ante todo, la cuaresma es un viaje espiritual y su destino es la Pascua, la “Fiesta de las fiestas”.
Es la preparación al “cumplimiento de la Pascua figurativa, la verdadera revelación”. Debemos, pues, comenzar por intentar comprender esta relación entre la cuaresma y la Pascua, pues revela algo muy esencial, crucial, en cuanto a nuestra fe y nuestra vida cristiana (…).

La Pascua es nuestro regreso anual a nuestro propio bautismo, mientras que la cuaresma es nuestra preparación a ese regreso, el esfuerzo lento y sostenido para, finalmente cumplir nuestro propio “paso” o “pascua” en la nueva vida en Cristo (…).


Un viaje. Una peregrinación. Y ya, emprendiéndolo, desde el primer paso en la “radiante tristeza” de la cuaresma, vemos lejos, muy lejos, el destino: el gozo de la Pascua, que hace radiante la tristeza de la cuaresma y de nuestro esfuerzo de la cuaresma, una “primavera espiritual”.


La noche puede ser oscura y larga, pero a lo largo del camino, un alba misteriosa y luminosa señala el horizonte. “No decepciones nuestra espera, oh Amigo del hombre”.

Extracto del libro: La gran cuaresma (Serie: Spiritualité Orientale, nº 13, ed. Abbaye de Bellefontaine, 1974, pp. 9, 14-15.


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