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Guardamos el ayuno agradable. Arcipreste Andres Lemeshónok



Con la ayuda de Dios estamos entrando en la Cuaresma. 

Tenemos que empezar a trabajar, a arreglarnos. Nuestro hombre interior tiene que recuperarse. Todos nuestros pensamientos, sentimientos – todo está esparcido, arrugado, aplastado por el pecado. 


¿Cómo podemos vivir en un estado así y seguir llamándonos cristianos? Necesitamos ayuda y la Iglesia nos la ofrece en abundancia. Porque todo lo que se oye en el templo santo, todo lo que pasa aquí está imbuido con el Espíritu Santo. 


Es un santuario que limpia cualquier inmundicia. Pero se necesita la atención, un esfuerzo, hay que luchar contra las debilidades de sí mismo y creer en la victoria de la resurreción de los muertos. 


Todavía hemos dado un pequeño pasito ¡y tantos pasos tenemos por delante! Pero agradezcamos a Dios por este día. Si el hombre agradecido aprecia lo que tiene, y el Señor le da aún más. Por eso, vamos a prepararnos para las Completas, donde escucharemos el canon de Andrés de Creta. 


Mientras tanto, recordemos que este día sigue, que el servicio a Dios se hace no sólo dentro del templo, sino también fuera de la iglesia, con la gente que vamos a encontrar hoy y en los quehaceres que tendremos que arreglar, a pesar, posiblemente, de un ligero cansancio... 

Un par de horas en la iglesia – ¿y cansados? ¿Y qué haremos en el Reino de los Cielos? Allí habrá alabanzas sin cesar y una estancia constante ante el Altar. Por eso un poco de cansancio no debe ser un obstáculo para seguir sirviendo a Dios, para trabajar con el sudor de la frente, ganándonos el Pan de Cielo y el pan de la tierra.



Arcipreste Andrey Lemeshónok, padre confesor del convento de Santa Elisabeta, 27.02.2017


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