Esta fiesta está dedicada a
las mujeres comunes – fieles seguidores de Jesús. Permanecieron fieles a Jesús
incluso durante los momentos más peligrosos de su arresto y ejecución, y no
sólo estuvieron de pie a su lado junto a la cruz, sino que le acompañaron en su
entierro, observando el sitio donde estaba la tumba. Estas mujeres abnegadas
estaban en el Gólgota durante la crucifixión de Jesús y más tarde llegaron a su
tumba en la madrugada siguiente, día sábado con mirra (aceite aromático de alto
precio )- de acuerdo con la tradición judía- para ungir el cuerpo de su Señor.
Son mujeres los primeros
destinatarios del anuncio evangélico “Jesús
Nazareno no está aquí. Ha resucitado. Mirad el lugar donde estuvo su cuerpo”. La
dignidad de la mujer sea realzada en la Iglesia Oriental con tres bellos
nombres a ellas dirigidos: miróforas, evangelistas e isapóstolas. Miróforas,
como “portadoras de myron”, el ungüento perfumado con que se cubrían los
cadáveres en la sepultura; evangelistas, por su papel de portadoras del
Evangelio, de la buena nueva de Cristo resucitado, núcleo del kerigma; y, finalmente,
isapóstolas, es decir, “igual a los apóstoles”, pues fueron discípulas de
Jesús, le siguieron en vida, son enviadas a anunciarlo y pueden decir, a
semejanza de san Pablo, que Cristo
resucitado ha salido a su encuentro.
Este día en la iglesia Oriental
se considera el Ortodoxo Día de las Mujeres. La Iglesia alaba las cualidades más preciosas
de nuestras madres, esposas, hermanas y novias. En primer lugar, es un gran
sacrificio, la lealtad, el amor y la fe ardiente y viva, capaz de superar todo.
Esta Fe y Amor que reinan en la débil naturaleza femenina, brillan incluso en
la oscuridad más desesperada.
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