A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea,
a visitar a una joven virgen comprometida para casarse con un hombre que se
llamaba José, descendiente de David. La virgen se llamaba María. El ángel se
acercó a ella y le dijo:
—¡Te saludo,[a] tú que has recibido el favor de Dios! El Señor está
contigo.
Ante
estas palabras, María se perturbó, y se preguntaba qué podría significar este
saludo.
—No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el
ángel—.Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará
el trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su
reinado no tendrá fin.
—¿Cómo podrá suceder esto —le preguntó María al ángel—, puesto que soy
virgen?
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con
su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios. También
tu parienta Elisabet va a tener un hijo en su vejez; de hecho, la que decían
que era estéril ya está en el sexto mes de embarazo. Porque para Dios no hay
nada imposible.
—Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo
como me has dicho.
Con esto, el ángel la dejó. (Lucas 1:26–38)
La Anunciación de la Santísima Virgen María se celebra el 25 de marzo tanto en el Oeste
como en el Este. Es decir nueve meses antes de Navidad (25 de diciembre), en
representación de los nueve meses que pasó Jesús en el vientre materno. En
Rusia, debido al uso del calendario juliano por la Iglesia, el 25 de marzo cae en
día el 7 de abril según el calendario gregoriano ("civil").
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