Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche (2 Pedro 3, 10). Un ladrón se acerca a hurtadillas por la noche, cuando nadie lo espera. De la misma manera, y el Día del Señor vendrá cuando no lo esperan. Aquel que no espera a Aquel que viene, no se prepara para Su recibimiento. Para que nosotros no cometiéramos tal error también, el Señor ha ordenado: Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor (Mateo 24, 42).
Pero, ¿nosotros qué hacemos? ¿Velamos? ¿Esperamos? Tendríamos que ser conscientes de eso, pero no somos. La muerte quizás alguien la espera, pero el Día del Señor – casi nadie. Y parece como si estos tuvieron razón. Porque, nuestros padres y antepasados lo esperaban y él no vino. Puesto que nosotros no vemos nada por lo que se podría pensar que ese (día) llega en nuestros días, tampoco pensamos sobre él. No pensamos ni lo esperamos. Pues, entonces ¿será raro si el Día del Señor nos encuentre como ladrón? Seremos, entonces, como los habitantes de la ciudad a la cual el gobernador de provincia le ha anunciado su visita para hoy, mañana… Y ellos lo esperaban una hora, dos, lo esperaban todo el día, y entonces dijeron: “Él seguramente no vendrá”, y se dispersaron hacia sus casas. Pero, tan pronto como se dispersaron y se fueron a dormir – él vino. Así será y con nosotros, también. No importa si lo esperamos o no, el Día del Señor vendrá, y sin avisar. Porque el Señor ha dicho: El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán (Marcos, 13, 31). Pues, ¿no sería mejor esperarlo, para que no nos encuentre desprevenidos? Porque, entonces, no estaremos privados ni de los dones (del Señor).
San Teófano el Recluso: “Pensamientos para cada día del año”
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