Después del regocijo de los cincuenta días desde la Santa Pascua a Pentecostés, los Apóstoles se prepararon para su salida de Jerusalén con el objetivo de anunciar el mensaje del Evangelio de nuestro Salvador. Según la Sagrada Tradición, como parte de su preparación, comenzaron un ayuno acompañado de oraciones fervorosas para pedir a Dios que les concediera fuerzas para emprender la tarea misionera.
Este ayuno viene anunciado en los Evangelios, pues cuando los fariseos criticaban a los Apóstoles por no ayunar, Él les dice que no ayunan los amigos del Novio mientras este se encuentra entre ellos y que cuando el Novio se apartara de ellos ya ayunarían. En estas palabras Cristo se refiere a su crucifixión en el sentido próximo y en un sentido más amplio a su gloriosa Ascensión al cielo en la cual deja a los Apóstoles la misión de anunciar el Evangelio que ha de hacerse con ayuno y oración para que el fruto sea abundante.
Esta tradición del ayuno viene atestiguada por el Papa León I ya en el año 461 en sus homilías, aunque actualmente haya caído en desuso entre los latinos.
Durante este período se puede comer pescado, excepto los miércoles y viernes, que son días de xerofagia.
Recordemos aquello que nos dice las estíqueras de este lunes:
Observemos el ayuno agradable y aceptable al Señor. El verdadero ayuno es guardarse de todo lo malo, controlar la lengua, abstenerse de todo enojo, lujuria, calumnia, falsedad y perjurio. Si renunciamos a esto nuestro ayuno será verdadero y agradable a Dios.
Fuente: Parroquia de los Santos Andrés y Nicolás (Iglesia Ortodoxa Española - Patriarcado de Serbia).
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