El descenso del Espíritu
Santo sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, está descrito por el
evangelista Lucas en los capítulos iniciales en su libro de los "Hechos de
los Apóstoles." Dios quiso que este hecho sea el punto crucial de la
historia del mundo.
Pentecostés - o sea el
cincuentavo día después de la Pascua - era una de las festividades más
importantes del Viejo Testamento. Esta fiesta marcaba la aceptación de la ley
de Sinaí en los tiempos del profeta Moisés, cuando 1500 años antes del
Nacimiento de Cristo, al pie del monte Sinaí, el pueblo hebreo, liberado de
Egipto, entró en la unión con Dios. Los hebreos prometieron a Dios su
obediencia y Dios les prometió Su benevolencia. Por su ubicación en el año esta
fiesta coincidía con la finalización de la cosecha y esto aumentaba su alegría.
Muchos hebreos diseminados en el Imperio Romano trataban de llegar para esta
fiesta a Jerusalén. Muchos de ellos, nacidos en otros países, entendían con
dificultad su lengua hebrea, pero hacían el esfuerzo de guardar sus costumbres
nacionales y religiosas, y peregrinar a Jerusalén.
El descenso del Espíritu
Santo no fue un acontecimiento totalmente inesperado para los Apóstoles. Varios
siglos antes del nacimiento del Redentor, Dios comenzó a preparar a los hombres
para el día de su renacimiento espiritual, y predecía por la boca de los
profetas: "Vosotros andareis en mis mandamientos y respetareis mis
decisiones...Derramaré mi Espíritu sobre toda carne... Sacaréis aguas con gozo
de la fuentes de la salvación ... Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal,
y ríos sobre la tierra árida: mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi
bendición sobre tus renuevos" (Joel 2:28, Is. 12:3, 44:3).
Cuando Se preparaba Nuestro
Señor Jesucristo de volver a Su Padre Celestial, antes de la Crucifixión dedica
Su ultima conversación con los Apóstoles a la próxima llegada del Espíritu
Santo. El Señor explica a Sus discípulos, que el Consolador - Espíritu Santo,
debe pronto llegar a ellos para concluir la obra de la salvación de los hombres
"Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con
vosotros para siempre, --- el Espíritu de verdad ... El os enseñara
todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho...el espíritu de
verdad, el cual procede del Padre, El dará testimonio de mi" (Juan
14:16-17, 26, 15:26).
Preparándose para recibir al
Espíritu Santo, después de la Ascensión del Señor al Cielo, los discípulos de
Cristo, junto con la Santísima Virgen María, mujeres-miroforas y otros
creyentes (cerca de 120 personas), en Pentecostés se encontraban en Jerusalén
en el lugar que llamaban "La Sala de Sión". Así, cerca de las 9 horas
de la mañana, cuando el pueblo se preparaba para ir al Templo para sacrificio y
oración, de pronto en la sala de Sión se escuchó un ruido como de viento de
tormenta. Este ruido llenó la casa donde se encontraban los Apóstoles y
simultáneamente sobre sus cabezas aparecieron numerosas lenguas de fuego que
descendieron sobre cada uno de ellos. Estas lenguas de fuego tenían una
particularidad extraordinaria; iluminaban pero no quemaban. Todavía más
extraordinarias eran las cualidades espirituales que otorgaban estas
misteriosas lenguas. Cada persona sobre la cual bajaba esta lengua de fuego
sentía un gran aumento de fuerzas espirituales, y al mismo tiempo una
inexpresable alegría y entusiasmo. Comenzaba a sentirse como completamente otra
persona, apaciguada, plena de vida y ardiente amor a Dios. Estos cambios
íntimos y nuevas sensaciones, los Apóstoles expresaban con gozosas
exclamaciones y alabanzas a Dios. Y aquí se pudo oír que ellos no hablaban en
su idioma sino en otras lenguas desconocidas. Así se cumplió el Bautismo de los
Apóstoles con el Espíritu Santo y fuego, tal como lo predijo el Profeta Juan el
Bautista (Mat. 3:11).
En realidad la fuerza del
Espíritu Santo se manifestó, además de otros cambios buenos, en el don de las
lenguas, especialmente para permitir a los Apóstoles difundir el Evangelio con
mas éxito entre diversos pueblos, sin tener que estudiar previamente sus
idiomas.
Viendo la sorpresa de la
gente, el Apóstol Pedro se adelantó y dijo su primer sermón, donde explicó a
los reunidos, que con la llegada del Espíritu Santo se cumplió la antigua
profecía de Joel, quien hablaba en nombre de Dios: "Y será que
después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán
vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros
jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días Y daré prodigios en el cielo y en la
tierra.....Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová, será salvo" (Joel
2:28-32). El Apóstol explicó que justamente en éste descenso del Espíritu Santo
debía cumplirse la obra de la salvación de los hombres. Para hacerlos dignos de
la gracia del Espíritu Santo, el llegado Mesías soportó la muerte en la cruz y
resucitó de entre los muertos --- Nuestro Señor Jesucristo.
Era corto y claro este
sermón, pero como por la boca de Pedro hablaba el Espíritu Santo, estas
palabras penetraron en los corazones de los oyentes. Muchos de ellos sintieron
ablandarse su corazón y preguntaron a él: "Que debemos hacer?" "Hagan
su contrición," les contestó Pedro, "y que cada uno
de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo y no solo serán perdonados
sino que recibirán la Gracia del Espíritu Santo."
Muchos creyeron en Cristo,
por la palabra de Pedro. Allí mismo, delante de todos, confesaron sus pecados,
se bautizaron y hacia la tarde de este día, la Iglesia de Cristo de 120 creció
hasta 3000 personas. Con este acontecimiento milagroso comenzó la existencia de
la Iglesia de Cristo - esta sociedad de Gracia de los creyentes, en la cual
todos están llamados a salvar sus almas. El Señor prometió que la Iglesia no
será vencida por las puertas del infierno, hasta el final de la existencia del
mundo.
Se debe pensar que no fue una
mera coincidencia que en aquel día se juntaron dos acontecimientos importantes
- la llegada del Espíritu Santo y el Pentecostés hebreo. Pentecostés del Viejo
Testamento marcaba la liberación de los hebreos de la cautividad egipcia y el
comienzo de la vida libre en unión con Dios. El descenso del Espíritu Santo
sobre los creyentes en Jesucristo significó la liberación de los creyentes del
poder del diablo y fue el comienzo de una nueva y llena de Gracia unión con
Dios en Su Reino Espiritual. Así la Festividad de Pentecostés es el día cuando
la teocracia del Viejo Testamento que comenzó en Sinaí y que dirigía la
sociedad con la severa ley escrita, fue sustituida por la teocracia del Nuevo
Testamento en la cual Dios mismo dirige a los creyentes en espíritu de libertad
y amor (Rom. 8).
Profundamente afectados por
la Pasión, muerte y Resurrección del Señor, los Apóstoles crecieron
espiritualmente hacia el tiempo de Pentecostés, sintieron y maduraron para
recibir los dones del Espíritu Santo. Entonces descendió sobre ellos la plenitud
de la Gracia Divina y ellos, por primera vez, probaron los frutos espirituales
del sacrificio salvador de Dios-Hombre.
¡Suscribase a nuestras noticias para No perder lo más Curioso!
Elija productos artesanos y respalde las obras de caridad
TODO beneficio de las ventas se dirige al apostolado del convento de Santa Elisabeta |
0 коммент.:
Отправить комментарий