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Nuestra vida es el servicio al prójimo


Servir a los demás  es un simple trabajo diario. No hay lema revolucionaria. Todo está muy sencillo: hace falta notar a una persona. Sabes, el altruismo termina muy rápido y luego viene el trabajo diaro.
(citamos la monja Anfisa (Ostapchuk))


El año pasado cumplió 100 años desde el fallecimiento de la gran mártir, Princesa Elisabeta Fiódorovna Románova. Su vida terrenal , dedicada al servicio a Dios y al cuidado de los necesitados, sirvió como ejemplo para que una gran cantidad de mujeres siguieran la llamada de su corazón y sirvieran al prójimo, convirtiéndose en hermanas de caridad. El 7 de diciembre de 1996 fue creada en Minsk la Hermandad, de la cual creció paulatinamente el Convento. Algunas hermanas eligieron el camino monástico, y otras siguieron siendo  "hermanas blancas", personas laicas que tomaron el camino apostólico, dedicándose voluntariamente al cuidado gratuito de personas enfermas y desfavorecidas. La Hermandad es una vida que no tuve que elegir. Desde el punto de vista de una vida normal, esto era incomprensible. Familia, trabajo, hijos, el agitado ritmo de la vida cotidiana.... (dice la hermana mayor Zinaida Lobosova). Según las palabras del padre espiritual del Convento arcipreste Andrei Lemeshónok “al principio, el emblema del Convento representaba las siluetas de dos hermanas: vestidas de blanco y negro(las monjas). Y hoy el convento es a la vez “hermanas blancas”que son hermanas de caridad, y talleres, donde trabajan más de mil personas, y dos Casas de Acogida para personas en situación crítica.


       Calmar a una persona, hablar con ella, apoyar a uno en una situación difícil, prestar la asistencia necesaria, rodear de atención, preparar a los enfermos para la confesión y la Comunión ... Así llevan su obediencia con paciencia y amor  las hermanas y hermanos de caridad del convento de Santa Elisabeta. Prestan atención cristiana donde el problema de ayudar al prójimo es muy grave: en hospitales y residencias de ancianos, internados y orfanatos, cuidan de personas desfavorecidas y solitarias.


            Aquí no evitan el dolor ajeno, no huyen de los problemas, no dejan a uno en la soledad y no les permiten сerrarse en sus propias desgracias. Aquí aprenden a amar, a compadecer, a ayudar y aceptar a los que necesitan atención y comunicación.
  Cada persona es una vida especial. Si tratas esta vida superficialmente, si no metes tu alma en ella, no podrás ayudar. A alguien le puede parecer que llevar tal servicio es un trabajo excesivo. Realmente no es fácil todos los días enfrentarse a enfermedades, vejez y soledad. Lo más difícil es emocionalmente,no ceder al miedo, la irritación, la ansiedad o la desesperación.


           - Todos nosotros tenemos sus carácteres complicados, ninguno de nosotros es un ángel, - dice Anna, una de las hermanas de caridad. - Cuando una persona se encuentra en una situación difícil, está encadenada a una enfermedad, todas los trastornos espirituales y mentales se agravan. En este caso es importante no juzgar al paciente, a sus familiares. Hace falta que sigue siendo una hermana de caridad.
             Por eso es muy importante que las hermanas tengan un apoyo espiritual y estén bajo la dirección del padre espiritual.


          Casi no hay condiciones para los miembros de la hermandad. Lo más importante es su deseo de servir con compasión  al prójimo. Si una persona viene aquí como si fuera un trabajo, no podrá trabajar aquí. Está deprimida y físicamente agotada.Es imposible ser cristiano y gastar tu tiempo libre solo en ti mismo. Nuestra tarea ayudar a la gente.
           El padre Andrei, padre espiritual del convento de Santa Elisabeta, enseña a las hermanas con las siguientes palabras: 
       «Cada hermana debe ser un icono, ni más ni menos, porque ella va a la obediencia. No estamos aquí solo porque tenemos tiempo libre y podemos ir al hospital. ¡Esta es tu alma, tu elección, tu salvación, tu servicio! Aquí no debe ser personas indiferentes y curiosas. Y por este servicio al prójimo  hay que soportar dolores y dificultades. A cambio recibimos una verdadera alegría, y por esta alegría que no está en nuestro mundo, todos le agradecemos mucho a Dios».




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