2 - Para recordarnos el alma clara del santo, ante cuyo icono encendemos la lamparilla, ya que los santos se llaman hijos de luz (Juan. 12: 36).
3 - Para servirnos de reproche por nuestros actos oscuros, pensamientos y deseos malos, y para alentarnos a escoger el camino de la luz del Evangelio, para que procuremos muy celosamente cumplir el mandamiento del Redentor: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras (Mateo. 5: 16).
4 - Para que ésta sea nuestro pequeño sacrificio al Señor que se sacrificó por nosotros, un pequeño signo de nuestro gran agradecimiento y amor claro a Quién oramos, pidiendo vida, salud y salvación - todo lo que puede dar sólo el ilimitado Amor Celestial.
5 - Para atemorizar las fuerzas del mal que nos atacan a veces, cuando estamos rezando, para desviar nuestros pensamientos del Creador. Ya que las fuerzas del mal aman la oscuridad y tiemblan ante la luz, sobre todo la luz que sirve a Dios y a Sus santos.
6 - Alentarnos al sacrificio. Del mismo modo que arden en la lamparilla el aceite y la mecha, obedientes a nuestra voluntad, deben arder con el fuego de amor nuestras almas, obedientes en cualquier sufrimiento a la voluntad de Dios.
7 - Para recordarnos que, como la lamparilla no puede encenderse sin nuestra mano, tampoco el corazón nuestro, nuestra lamparilla interior, puede encenderse sin el fuego santo de la gracia Divina, aunque esté lleno de diversas virtudes. Ya que las virtudes nuestras son el combustible, al cual le da Su fuego el Señor.
Traducido por el Catálogo del convento de Santa Elisabeta
desde: https://obitel-minsk.ru/chitat/den-za-dnyom/1/zachem-pred-ikonoj-zazhigaetsya-lampadka
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