El
icono de Iver (Iver o Iveria) que ahora se conserva en un monasterio en el
Monte Athos, Grecia, fue pintado, según dice la tradición, por el Apóstol y
Evangelista Lucas. En el Siglo 9 el icono estaba en casa de una viuda que vivía
cerca de Nicea. Esta ciudad de Asia Menor que no existe hoy en día, se hizo
famosa debido a los dos Concilios Ecuménicos que se llevaron a cabo allí. Entre
otras cosas, en el último Concilio (séptimo en orden numérico y segundo
celebrado en esa ciudad), después de luchar largo tiempo contra los
iconoclastas, se logró restablecer la veneración a los iconos.
Durante
el reinado de Teófilo, Emperador de Bizancio, quien estaba en contra de los
iconos, cierta vez los soldados entraron en casa de la viuda para confiscar
todos los iconos. Entre ellos estaba el de la Virgen María, pintado por el
Apóstol Lucas, que ocupaba un lugar preponderante.
Uno
de los soldados asestó un golpe al icono con su espada y al instante salió
sangre de la mejilla de la Virgen María de ese lugar. Profundamente conmovido
por este milagro, el soldado se arrepintió de haber cometido ese sacrilegio,
dejó de apoyar la herejía que iba contra los iconos y al poco tiempo se recluyó
en un monasterio, donde posteriormente se hizo monje. Siguiendo los consejos
del soldado arrepentido, la viuda decidió ocultar el icono de la Virgen María
para protegerlo contra posibles ultrajes posteriores y después de orar, lo
colocó sobre las aguas del mar, alegrándose mucho cuando el icono se paró en
forma vertical y comenzó a desplazarse hacia el oeste por las aguas.
Escapándose
de la herejía de los iconoclastas el hijo de la viuda dejó Nicea y se instaló
en Athos, donde pasó el resto de su vida como monje. Precisamente de él los
monjes de Athos escucharon hablar sobre ese icono, que su madre había dejado ir
por las aguas del mar. Los monjes de Athos conservaron durante mucho tiempo esa
leyenda sobre el milagroso icono.
Muchos
años más tarde el icono apareció de repente, como dice la tradición de Athos,
rodeado de fuego en las cercanías del monasterio de Iver. Por aquel entonces en
el monasterio de Iver vivía el Santo monje Gabriel, quien era de procedencia
georgiana. La Virgen María se le presentó en sueños y le indicó que le dijera
al abad y a los hermanos del monasterio que Ella deseaba darles Su icono como
ayuda y protección, y solicitó a Gabriel que se dirigiera sin temor, caminando
por el agua, hacia el icono y que lo tomase en sus manos. Cumpliendo las
indicaciones de la Madre de Dios, dice la tradición, Gabriel caminó por el
agua, como sí lo hiciera por tierra firme tomó el icono y lo llevo a la orilla.
El icono fue llevado al monasterio y colocado en el altar. Al día siguiente los
monjes no lo hallaron en el mismo lugar; lo encontraron en la pared sobre el
portón de entrada del monasterio. Volvieron a colocar el icono en el altar,
pero al día siguiente otra vez volvió a estar arriba del portón de entrada.
Esto se repitió varias veces, hasta que la Virgen María le reveló a Gabriel en
sueños que no deseaba ser protegida por los iconos, sino que quería ser Ella la
Protectora del Monasterio.
Consecuentemente,
se edificó una iglesia en el lugar del portón principal, donde se conserva el
icono hasta hoy en día. Por estar en el Monasterio de Iver, el icono también
fue denominado Virgen María de Iver y por su ubicación, "Portaitisa,"
cuidadora del portal.
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No se si tendré la gracia de conocer algun dia el Monte Athos y ver este icono de nuestra Madre, pero cuando ya no este en este mundo, pediré al Señor, poder llegar hasta allí, tal vez es una locura lo que sigo, pero hoy desde este mundo y desde mi ignorancia, ver con mis propios ojos esa pintura es estar un poquito mas cerca de Ella...
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