“La emperatriz tuvo un sueño en el cual se le fue dicho que se libraría de la enfermedad después de que la Faja de la Purísima se pusiera en su cabeza”.
El 13 de septiembre se celebra la memoria de la colocación de la Preciosa Faja de la Madre de Dios en la iglesia de Kalcopratia (Constantinopla).
Según la tradición de la Iglesia, dejando este mundo para unirse con Su Hijo y Señor, la Santísima Theotokos legó dos vestimentas Suyas a dos mujeres judías pobres que sirvieron a Ella. Éstas guardaron cuidadosamente las reliquias que posteriormente pasaron de generación en generación.
La Faja de la Theotokos fue encontrada en circunstancias desconocidas cerca de la ciudad Amasia en Ponto (la actual Turquía). Cerca del año 530, durante el reinado de Justiniano, la Faja fue traída a Constantinopla y colocada en la iglesia de Kalcopratia que se situaba en el barrio de caldereros, al oeste de la majestuosa Santa Madre Sofía. Este día la iglesia de Kalcopratia celebraba la fiesta de la parroquia y la memoria del encontrar dos reliquias preciosísimas que se guardaban allí – la Faja de la Theotokos y la Sábana Santa de Jesucristo.
Muchos años después (cerca del año 888) la esposa del emperador León VI el Sabio, llamada Zoe, cayó gravemente enferma por la acción del espíritu impuro. La emperatriz tuvo un sueño en el cual se le fue dicho que se libraría de la enfermedad después de que la Faja de la Purísima se pusiera en su cabeza. El emperador enseguida ordenó romper los sellos del cofre de la reliquia y, estupefacto, vió la Preciosa Faja limpia у radiante, como si hubiera sido tejida el día anterior. Junto con la Faja se encontró una nota donde estaba indicado el día de su traslado a Constantinopla y se contaba de cómo el mismo emperador había colocado la reliquia dentro del cofre y lo había sellado con su propia mano. El rey León besó reverentemente la Faja y la pasó al Patriarca que la puso en la cabeza de la emperatriz quedando ésta liberada al instante del espíritu maligno y de la enfermedad. Todos comenzaron a glorificar a Nuestro Señor y Salvador Jesucristo y agradecer a su Santísima Madre quién es nuestra ayuda, protectora fiel e intercesora para cada instante de la vida de cada cristiano. Para expresar su profundo agradecimiento la reina bordó la Preciosa Faja con hilos de oro y la santa reliquia fue colocada de nuevo en su cofre.
La Preciosa Faja - que tocaba el Purísimo Vientre llevando al Creador, mojada con gotas de la leche que alimentaba a Quien es la Vida del mundo – es para todos los cristianos un testimonio de la salvación. Parece decirnos que para nosotros es imprescindible refrenar las pasiones e imitar la pureza del cuerpo y del alma de la Santísima Virgen y Madre de Dios para ser dignos de llevar en nuestro propio corazón a Jesús Cristo que siempre para nosotros se hace el Niño Divino.
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