Palabra del Padre Espiritual del Convento
Capturados por las fuerzas de ese mundo nos dejamos
llevar por la corriente. Nos
arrastra la muchedumbre, donde escondemos detrás de las espaldas de otros,
donde dejamos de pensar, buscar, luchar.
Cuando nos cubrimos con la araña de indiferencia, cuando
empezamos a pensar que no podemos cambiar nada y dejamos todo al azar, nos
condenamos de antemano a un fracaso.
Por eso es importante para nosotros tocar la otra vida,
vida donde hay victoria - victoria sobre la sangre y la carne, sobre el pecado,
que vive dentro de nosotros; victoria sobre este mundo con sus leyes y reglas
equivocadas de la vida; victoria sobre el diablo que nos dicta como vivir y nos
dirige adonde no hay Dios. Al venir a la iglesia y al tocar a Dios, al vivir un
solo minuto del amor queremos que este minuto se convierta en una eternidad,
que no se vaya al pasado y que la alegría que sentimos cuando éramos libres y
no dependíamos de nadie a excepción de Dios se dure siempre.
El Señor nos propone participar en el proceso de nuestra
salvación. El
Señor nos da la posibilidad de eligir. Y estando en una encrucijada, habiendo
vivido los periodos diferentes, tenemos que eligir nuestro camino. Si elegimos el camino de Cristo, no tenemos
que mirar atrás y creer en los pensamientos, sentimientos, cuales, por
supuesto, nos van a confundir y detener. Ellos nos van a engañar, pero son
sentimientos míos, el estado del ánimo mío, es lo que yo quiero, es lo que me
parece a mi. Ya entendemos que no podemos confiar en nosotros mismos. Si
nosotros mismos pudiéramos encontrar el camino a la eternidad y llegar hasta el
final, si nosotros mismos pudiéramos superar nuestra naturaleza pecaminosa y
transformarnos, convertirnos en otras personas, ¿para qué tendría que venir
Cristo a este mundo? ¿Para qué tendría que morir en una Cruz por nosotros, por
nuestros pecados? ¿Para que serviría este sacrificio terrible, que sucedió para
que tuviéramos la libertad de elección?
Capturados por cualquieras perspectivas de la vida,
cualquieras nuestras ideas, planes, caímos de tal vida en que necesitamos que
concentrarnos. Nos
distraemos resolviendo nuestras problemas, tareas: mejorando nuestro bienestar,
aumentando el espacio de vivienda, mejorando la salud, adquiriendo algo
necesario. Pero detrás de todo esto nos
olvidamos de lo principal. Esforzando mucho y gastando mucho tiempo en
adquisiciones, negocios, algunas cosas que pueden aun ser necesarias, nosotros
perdimos porque el alma se hace vacía. Por eso tenemos que reconstruir toda
nuestra vida, toda nuestra comprensión.
Arcipreste Andrei Lemeshónok
Traducido desde obitel-minsk.ru
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