En enero de 1876 en la familia de un diácono de Moscú cayó enfermo su único hijo. El niño de dos años tenía pulmonía y el médico que examinó al chico, les aconsejó a los padres abandonar la esperanza de recuperación.
A los familiares les quedaba solamente confiar en la voluntad de Dios y el padre que había oído mucho sobre las maravillas del santo curador, se dirigió a una capilla de San Pantaleón para pedir su ayuda para el niño moribundo. Cuando el diácono regresó a casa, le dijeron que, en su ausencia, para sorpresa de todos, el pequeño se sintió mejor, pidió sus juguetes y, jugando con ellos mucho tiempo, se acostó de nuevo y se durmió.
A los familiares les quedaba solamente confiar en la voluntad de Dios y el padre que había oído mucho sobre las maravillas del santo curador, se dirigió a una capilla de San Pantaleón para pedir su ayuda para el niño moribundo. Cuando el diácono regresó a casa, le dijeron que, en su ausencia, para sorpresa de todos, el pequeño se sintió mejor, pidió sus juguetes y, jugando con ellos mucho tiempo, se acostó de nuevo y se durmió.
Los parientes notaron que el niño se sintió mejor precisamente en el momento cuando su padre estaba rezando.
Al ver este buen signo todos los familiares acudieron al santo rezando con fervor, y al día siguiente el milagro se repitió. Luego se notó que el aceite y el agua bendecidos con las reliquias de San Pantaleón fueron la mejor medicina para el niño.
El chico enfermo pedía a menudo el icono del Santo y siempre estaba sonriendo, mirando a él. Pronto la enfermedad comenzó a abandonarlo, dejando perplejo al médico, que visitó al niño un dia.
Cuando el niño se recuperó finalmente, los padres le preguntaron por qué se sonreía? Y, en respuesta recibieron: "Él jugó conmigo".
Traducido desde: https://www.nnov.kp.ru/daily/26117.4/3011243/
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